Los veranos, cuando hablamos de ESPAÑA (sí, ese país que existe y cuya huella cultural se extiende por los siglos, aunque muchos no quieran verlo)... Los veranos, digo, suelen ser abrasadores, al menos aquí en la mitad sur de este pequeño contienente de maravillas y geografías extremadas. El Sáhara -y reconozco que no es una buena noticia- se encuentra ahí enfrente, a menos de 200km de las costas de Alicante, por cierto. De manera que si alguno peinsa que esto debería ser Noruega en lo que ha temperaturas veraniegas se refiere... o es un ignorante o, peor, un cretino deseoso de que algunos estamentos políticos ejerzan un control despiadado sobre lo que debe pensar y decir sobre determinados aspectos de la realidad. En fin, que me estoy apartando mucho del tema.
En cualquier caso ha sido un verano bastante más llevadero que el anterior, ha durado dos meses. Ello me ha permitido recorrer caminos y pasiajes que de otra manera hubieran planteado un riesgo seguro de tabardillo, insolación severa o muerte.
Salir a la aventura con la bici me ha llevado a recorrer los antiguos caminos de la memoria. Y como las tardes son dueñas del sopor y el calor insuperable, me he dedicado a pensar y a componer. Mi método ya lo conocéis: trabajar las estructuras en casa, juntar a los miembros de la banda disponibles, ensayar y grabar.
Y éste es el resultado de una improvisación pura en Solm#. PISTAS FORESTALES (I)
