ICNEUMÓN-DEMO
Todas las canciones tienen vida propia; y ésta se manifiesta de distintas formas. Puede surgir de repente (un largo periodo sin tocar, y un acorde que se desgrana con fruición: y todo arranca a partir de ahí), o ven la luz tras largos periodos de reflexión, estructuración, sustitución y artesanía del sonido y de las letras. Mi experiencia me dice que tras esos largos periodos sin tocar (la mayoría, forzados) es cuando surgen las mejores canciones. No tienen por qué ser composiciones complicadas y sesudas; más bien lo contrario. Porque cualquier músico sabe que lo sencillo es siempre lo más efectivo, lo más parecido a la belleza y lo que directamente ataca al corazón. Este es el caso de ICNEUMÓN: un tema sin pretensiones que, prácticamente, se compuso solo. Cinco días recluido en un hospital, con una neumonía severa que casi acaba conmigo, y a las pocas horas de estar en casa (una mañana soleada y tranquila) y compuse y grabé en una mañana esta primera parte de la canción. Hablo, naturalmente, de la amarga experiencia; pero también de la fe que suscita la entrega de la gente, de esos profesionales anónimos que te salvan la vida y que, a mi parecer, cualquier sueldo que ganan es poco.
Luego hay las distintas maneras de trabajar de cada uno. Creo que podría compararse con el hecho de escribir. O bien te dejas llevar por el camino que te señalan los dedos y el corazón (más que la cabeza); o trazas un plan estudiado al detalle: estructuras, armonías, partes, ritmos... Mi manera es la del corazón: mi acústica de 20 años YAMAHA APX-6A, un micro SHURE SM58, el clásico que sirve para todo y nunca defrauda; y un multipista de buen sonido, sencillo y versátil, ZOOM R16. Con este mínimo aparataje, el germen queda establecido. Y, a partir de ahí, se pueden añadir cosas: un riff distorsionado y dramático (mi EPIPHONE LES PAUL MODEL conectada a un ZOOM G3, o al mínimo pero eficaz, y potente, POCKET POD LINE6) o una progresión de arpegios cristalinos que lleven la canción a nuevos escenarios.
Todas las canciones tienen vida propia; y ésta se manifiesta de distintas formas. Puede surgir de repente (un largo periodo sin tocar, y un acorde que se desgrana con fruición: y todo arranca a partir de ahí), o ven la luz tras largos periodos de reflexión, estructuración, sustitución y artesanía del sonido y de las letras. Mi experiencia me dice que tras esos largos periodos sin tocar (la mayoría, forzados) es cuando surgen las mejores canciones. No tienen por qué ser composiciones complicadas y sesudas; más bien lo contrario. Porque cualquier músico sabe que lo sencillo es siempre lo más efectivo, lo más parecido a la belleza y lo que directamente ataca al corazón. Este es el caso de ICNEUMÓN: un tema sin pretensiones que, prácticamente, se compuso solo. Cinco días recluido en un hospital, con una neumonía severa que casi acaba conmigo, y a las pocas horas de estar en casa (una mañana soleada y tranquila) y compuse y grabé en una mañana esta primera parte de la canción. Hablo, naturalmente, de la amarga experiencia; pero también de la fe que suscita la entrega de la gente, de esos profesionales anónimos que te salvan la vida y que, a mi parecer, cualquier sueldo que ganan es poco.
Luego hay las distintas maneras de trabajar de cada uno. Creo que podría compararse con el hecho de escribir. O bien te dejas llevar por el camino que te señalan los dedos y el corazón (más que la cabeza); o trazas un plan estudiado al detalle: estructuras, armonías, partes, ritmos... Mi manera es la del corazón: mi acústica de 20 años YAMAHA APX-6A, un micro SHURE SM58, el clásico que sirve para todo y nunca defrauda; y un multipista de buen sonido, sencillo y versátil, ZOOM R16. Con este mínimo aparataje, el germen queda establecido. Y, a partir de ahí, se pueden añadir cosas: un riff distorsionado y dramático (mi EPIPHONE LES PAUL MODEL conectada a un ZOOM G3, o al mínimo pero eficaz, y potente, POCKET POD LINE6) o una progresión de arpegios cristalinos que lleven la canción a nuevos escenarios.
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